La Autoconfianza
Cada uno de nosotros nacemos con un recurso interior que, si hubiera sido nutrido y cultivado por nuestros padres o cuidadores a una edad temprana,nos habría facilitado la vida para prosperar con el amor propio.
Este recurso es de autoconfianza. Piénsalo: todo infante sabe cuándo está hambriento y cansado. Cada niño pequeño sabe lo que le gusta comer y con quién quiere socializar. Como niños, crecemos conociéndonos a nosotros mismos; nuestros ritmos, gustos y preferencias. Pero como la “gente grande” de alrededor siempre nos decía que sabían más, que las cosas se hacen de la manera en la cual ellos entienden, les creímos y nuestra intrínseca confianza en nosotros mismos quedó enterrada.
Eventualmente, nos condicionamos a buscar la aprobación y guía de otros en lugar de confiar en los nuestros. Como resultado, muchos de nosotros sufrimos de los síntomas de la inseguridad: indecisión paralizante, deseo constante de aprobación, perfeccionismo y miedo al fracaso.
La confianza en uno mismo no sólo se entierra bajo la creencia de que todos los demás saben más que nosotros, sino que se debilita por nuestro constante deseo de recibir validación externa. La autoconfianza se asienta como una piedra preciosa en el fondo del pozo de nuestro ser. Cuando nuestro pozo esté lleno con nuestras aguas, cuando te conozcas y confíes en ti mismo, comenzará a llegar a flote, comenzarás a tomarte en cuenta, comenzarás a amarte..
En otras palabras, conocerse a sí mismo + amarse a sí mismo = confiar en sí mismo.
Aprendemos desde el principio que si hacemos las cosas “bien”, recibiremos las sonrisas de nuestros apegados… ¡oh, cómo esas sonrisas se sienten como la luz del sol para cualquier individuo! Cuando buscamos la validación de esta manera, es como caminar por ahí sosteniendo un cubo sin fondo, esperando a que se llene con la humedad del aire. Aunque podemos experimentar felicidad o tranquilidad cuando alguien nos da su aprobación, estos sentimientos en realidad duran muy, muy poco.
Por eso el balde no tiene fondo: podríamos pasar el resto de nuestras vidas subiendo por una escalera corporativa, educativa, creativa o social. Podríamos lograr externamente todo lo que alguna vez pensamos que traería felicidad. Y sin embargo, todavía podríamos quedarnos sin la experiencia de una realización verdadera y sostenible.
La autoconfianza sana es como tener un sistema interno de GPS: tú sabe adónde ir después, confía en tus decisiones tanto grandes como pequeñas, y estás dispuesto a correr riesgos. No le temes al fracaso o a cometer errores porque tú sentido de ti mismo no se deriva externamente. Cómo dice una persona a la cuál sigo en las redes, te conviertes en un hombre, te conviertes en una persona de acción.
Así como no miramos a un recién nacido y decimos: “Te amaré si asistes a la Facultad de Medicina de Harvard y te casas con una hermosa pareja y tienes dos hijos sanos y ganas mucho cualto”, no deberíamos condicionar la noción de amarnos a nosotros mismos por factores externos.
Somos dignos porque existimos. Tú auto-duda y perfeccionismo pueden estar obstaculizando la manifestación de ese potencial, pero están ahí, en el fondo, como un río efervescente que encuentra su camino desde sus profundidades internas hacia el mundo.
¿Es posible aprender a confiar en ti mismo cuando has abdicado de tu confianza en ti mismo toda tu vida? Sin duda alguna. A final de cuentas, confiar en nosotros es uno de nuestros derechos de nacimiento, fue nuestro desde el principio y aún vive dentro de nosotros, sentado intacto como un cristal resplandeciente.
Como en todas las áreas de crecimiento personal, el camino de la sanación requiere tiempo, paciencia y sobretodo, compromiso. El cambio no ocurre en treinta días o en tres simples pasos, pero personalmente he seguido estas reglas (que son simples) que me han permitido ayudar a redirigir mi atención de lo externo a lo interno, comenzando así el proceso de restaurar o mejorar mi confianza:
- Comienza y termina cada día girando hacia adentro de ti Esto significa que en lugar de buscar el teléfono a primera hora de la mañana o ser lo último que hagas a final del día, mejor buscate a ti; haz algo que te guste, leer algún libro de inspiración, haz ejercicio, haz alguna actividad recreativa. Tómate un tiempo para ti, en vez de darselos a terceros.
- Haz la dieta del Social Media Si te cuesta preocuparte por lo que piensan los demás, Facebook te garantiza que amplificará esta lucha. Es casi imposible entrar en Instagram, Facebook, ver un estado de Whatsapp sin compararse con los demás de alguna manera. Si Facebook o la dichosa aplicación de mensajería es una forma de comunicarse con tus amigos, trate de levantar el teléfono en su lugar, si no, como buen dominicano que soy… Dale su banda
Experimenta con estas sugerencias y mira cómo te sientes. Todavía tengo que trabajar con alguien que no notó una diferencia en sus niveles de autoconfianza y paz cuando implementó estos ligeros cambios pero aprendió a canalizar su precioso tiempo y energía hacia adentro de manera más saludable.